viernes, mayo 15, 2009

A todos los maestros!

Ser maestro es un privilegio, y lo digo de todo corazón.

Aunque nunca pensé que mi vocación estuviera ligada a la academia, hoy me siento feliz dentro de un salón de clases compartiendo conocimientos y ayudando a entender nuevas realidades.
En México celebramos el 15 de mayo a todos los maestros. A todos aquellos que dedican su vida a aprender para luego enseñar, aunque a veces resulte agobiante tratar de entender tantas cosas para luego, poder explicárselas a los otros.
 
Todavía me acuerdo cuando estudié la carrera y mis maestros me daban lecturas enorrrrmeeesss para discutir cada día. Y, aunque al terminar la carrera necesité comprarme unos lentes porque mi vista ya estaba toda traqueteada por tanta lectura, entendí que esa era una de las mejores maneras para adentrarse a otros mundos, a otras realidades, a otros espacios, y más emocionante aún, a las cabezas de otros. 

Porque, dentro de muchas cosas, eso es leer. Es sumergirte en las emociones y en las reflexiones de alguien más, es sorprenderte y cuestionarte porque a esa persona se le ocurrió que las cosas pudieran ser así. Es entender que todos somos el resultado de nuestras propias experiencias y nuestras propias limitantes, es viajar sin tener que moverte físicamente, es crear realidades paralelas, es volar.
He sido muy afortunada porque a lo largo de mi vida he tenido maestros extraordinarios. A todos les debo en alguna medida lo que soy ahora y, a todos y cada uno de ellos, les dedico este post y les agradezco todo lo que me enseñaron, voluntaria o involuntariamente. 

Sin embargo, quiero hacer el recuento de algunos de los maestros y maestras más memorables en mi vida. 

Me acuerdo mucho de una maestra en primero de primaria que para motivarnos a aprender nos regalaba vestidos (hechos por ella misma) para nuestras muñecas. Era sumamente emocionante poder pasar a escoger algo para ponerle a tu muñeca al final del curso. Y que tal de aquel maestro (que nunca me dio clases) pero que siempre que estábamos en las filas antes de entrar a clases me decía "mi capi" y que me llamaba tanto la atención por su personalidad tan bohemia.

También tuve maestras muy estrictas, que al principio me daban miedo, pero que poco a poco me iban demostrando el valor del respeto y de la autoridad. Tuve otros que eran idealistas, uno en particular que me dió física en la prepa, que nos hablaba de la importancia de que se invirtiera tanto dinero en investigar que había en otros planetas. Hablaba de la posibilidad de algún día habitarlos...

Ah! y dos maestras de matemáticas buenísimas que nos ponían competencias para motivarnos a hacer los problemas rápidos y bien, era muy divertido y hasta aventábamos los cuadernos para llegar antes que ninguno. Y aquellos maestros de cálculo que sólo ellos entendían la como "sabanita" que formaba la ecuación al derivarla. O aquél que era un genio y que como tal, sólo él se entendía porque vivía literalmente en otra realidad. 

Y los maestros que se convirtieron luego en amigos, de los cuales, aprendí más sobre la vida que sobre sus materias. Aquellos que me hicieron entender que un maestro tiene preguntas también, confusiones y cuestionamientos sobre lo que sucede allá afuera y más importante aún, aquí dentro de cada uno de nosotros, en nuestro corazón y en nuestra cabeza.

Los que me hablaban de la vida y de sus vidas y generaban empatía con nosotros, los alumnos que moríamos por conocer más de sus experiencias. Los que hacían de su vida un completo misterio y por ende, se convertían en un mito para todos.

Los que lograban que la clase se fuera como agua entre las manos, pero no así las reflexiones que te dejaban pensando por largo tiempo. Los que con el paso del tiempo te daban la confianza de llamarlos y platicar sobre como por fin, te cayeron esos "veintes" de cosas que te dijeron tanto tiempo atrás.  Los que aún sin proponérselo, hacían de su vida una cátedra viviente y te motivaban a seguir su ejemplo. Los que con una mirada te quitaban el aliento o te regresaban el alma al cuerpo cuando te decían que habías pasado la materia. 

Los que te hacían soñar y escribir en clase, porque... eran muy aburridos, jajajaja! Si! a esos también se les recuerda con cariño. Imagínate, ¿cuántas cosas no se hubieran escrito o inventado de no existir también esos maestros?


O aquellos a quienes admirabas por tener tanto conocimiento y estar en tantos proyectos, pero que cuando te dedicaban 5 minutos, te hacían sentir lo más importante para ellos en ese momento. Los que cuando estabas lejos de casa, te brindaban un abrazo para salir de la depre.  Los que te recordaban la importancia de no perder la capacidad de asombro, los que picaban tu curiosidad para que formaras tus propias conclusiones. Los que sabían que su tarea era enseñarte a pensar y no adoctrinarte con sus ideas. 

A todos ellos, gracias de todo corazón por ser parte de mi historia. 

Hoy, que me toca estar del otro lado, los comprendo mucho más y los valoro como nunca. Estar ahí, frente a tantas miradas puede llegar a ser intimidante, pero vale la pena cuando empiezas a ver como, de repente, esos ojos se abren enormes porque les llegó el mensaje. O cuando en un día cualquiera se acercan, ahora ellos, a platicarte de como han ido entiendo las cosas. Cuando al verlos, ves ese pedacito de ti que se llevaron consigo cada semestre. O mejor aún, cuando me doy cuenta, de cuanto aprendo yo de todos ellos todos los días.

Por eso y muchas cosas más, gracias a los maestros por su labor invaluable y a los alumnos que nos motivan a ser mejores maestros cada día.

¡Felicidades con mucho cariño!

Namasté,

Lau-raw ;)


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