Wow!
Si que pasan cosas en el mundo y los contrastes no dejan de sorprendernos.
Apenas el martes 4 de noviembre, el mundo tenía sus ojos puestos en las ya muy esperadas elecciones presidenciales de Estados Unidos. Obama vs. McCain era el reto. Parecía la crónica de una elección anunciada en donde Obama tenía todo para ganar y McCain un gran peso que cargar por ser del partido republicano y tener la crisis económica encima. Los resultados preliminares daban el gane a Obama y las cosas parecían caminar bien, había una gran fiesta por el cambio que se espera que se de con este nuevo presidente y sobre todo, por las grandes expectativas que ha generado.
De repente, en México, se cortan las transmisiones para decir que una avioneta cae sobre una de las avenidas más concurridas e importantes de la ciudad de México. Periférico y Reforma están parados porque un avión ha caído, se dice después que la nave venía desde San Luis Potosí y que el Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño junto con José Luis Santiago Vasconcelos, ex-zar antidrogas, como solían llamarle y 6 persnas más iban ahí y murieron calcinados. Sentí un nudo en el estómago, se empezó a decir que era un accidente pero luego empezaron los rumores de un atentado del narco. El discurso de Calderón no ayudó mucho a diluir la opción del atentado. Más bien reforzó la idea de que había sido algo premeditado y que aún con eso México seguiría adelante.
Hoy, dos días después, los titulares siguen hablando de Mouriño, de su muerte, su legado, sus deudos. Cada vez más actores políticos se refieren a la posibilidad de un atentado y eso genera un malestar generalizado en la sociedad de que ya no estamos seguros, de que si ni siquiera el segundo hombre más importante del país pudo librarse de un atentando así, que podemos esperar los ciudadanos de a pie.
Los contrastes entre la alegría y la esperanza de un presidente negro en EU por primera vez y la tristeza y la desesperanza de la muerte del secretario de gobernación en México están presentes.
Lau-raw
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